Un antiguo refrán chino dice: <<Robar un comodín es fruto del azar, robar ambos es tener suerte, pero robar todos los tres es hacer trampa.>>
El domingo pasado algunos de nuestros caminos condujeron sus respectivos coches a Lauredo Maris, una bonita ciudad que todos conocemos a través de los programas de entretenimiento de la televisión alemana.
Esta vez no ha habido chicas rubias, o tal vez sí, sino una nueva edición del ya clásico y tradicional torneo blayesco, organizado en su Puntet. Acogidos con efusión, té verde en estado líquido y bullente, y unos copiosos refrigerios, nos emocionamos entre apretones de manos y ósculos afectuosos los 22 madrugadores más el maestro de ceremonias y a la vez juez del torneo.
Entre los asistentes hemos tenido la grata oportunidad de (re)conocer a Maria Marta como representante del poderío galo, y también a Sílvia y Antonio que siguen una antigua tradición lloretense según la cual jugar en casa no es lo mismo que jugar fuera de casa. También estuvo nuestro bravo nipón que nos explicó que sayonara baby no tiene nada que ver con una chica de aspecto feroz. ¡Gracias, Neme-san!
Poco a poco y muy a regañadientes seguimos las indicaciones de un tal suizo que suele mandar en tales ocasiones, de manera que empalmamos tres rondas ya no tan matutinas de scrabble emparejado.
Evidentemente todos queríamos ganar, pero eso no es posible en el mundo globalizado y nada equitativo en que vivimos.
Ya cansados de tantos robos a mano alzada, proseguimos nuestro vía crucis al mismo restaurante de hace uno, dos y muchos más años, que todavía no sé cómo se llama. Aquí embestimos con ímpetu la terraza y luego los menús.
En este punto del relato me veo obligado a abrir un paréntesis aovado porque se me ha ocurrido algo fundamental. Nosotros, los escrabolistas, acostumbramos a sobrevalorar muy a menudo las fichas caras. Pues lo mismo pasó durante el almuerzo cuando, no digo quiénes porque no me acuerdo y no quiero dar detalles, pidieron un pescado que en su estado vivo, el de pez, pulula en muchas de las calas de la Costa Brava, como Cala'n Bosch, Cala Llonga o Cala Tayud. Pensando que con unos llobarros iban a arrasar más de 100 puntos se tuvieron que contentar con unas modestas lubinas. Cierro el paréntesis)
Los romanos decían: <<Nulla die sine linea>>. Blai dijo que durante la masticación había que entrenar también las neuronas. Entonces sacó de la nada unos sobres blancos y alargados en que un papel DIN A4 plegado en tres partes iguales escondía un gran número de problemas de anagramación muy cautivadores. Algún día [os] los desvelaré. De momento he encontrado casi todos los gentilicios, me falta sólo el primero.
De vuelta al Puntet y añorando la siesta que de hecho nadie quería echar salvo más y más fichas sobre el tablero, seguimos con tres rondas más.
Y de pronto pasaron cosas muy extrañas. Esta vez no hubo apagones, ni tormentas, aunque TV3 intentó persuadirnos un día antes de ello, sino atriles raros y combinaciones de fichas imposibles. Nunca olvidaré como perseguido por el terrible y sanguinario DAGUETO que parece no tener ningún anagrama válido en español moderno, eché GUET formando sin rubor un GUETO en el extremo inferior derecho del tablero, para luego robar otro GUET. ¿Verdad que se os ocurre qué hice luego? Otro GUETO.
Al final hubo más y más sorpresas gratas. Miguel salvó nuestro marchitado honor cerdanyolense. Glòria fue glorificada. Paco demostró ser un verdadero crack, aunque tiene una cuenta pendiente en Las Vegas. Sílvia se ganó un premio muy merecido. Y los SG-eros, ya lo sabéis, lucieron como de costumbre sus stars femeninos, Arantxa y Montse.
Al final del final Blai nos enseñó sus maquetas y una maravillosa boligrafía (que, si no he entendido mal, quiere decir escribir al estilo de los guiones de Bollywood).
De hecho, y con su permiso, reproduzco más abajo el diploma que todos recibimos, aun cuando hayamos jugado fatal.
Le sigue un relato ilustrado de todo cuanto aconteció en Lloret de Mar, el día del mes del año.
naïv@co